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HOMILÍA DEL DOMINGO 22º DEL TIEMPO ORDINARIO (3 septiembre 2017)


“Yo sólo conozco a Cristo y éste crucificado”: éste es el anuncio de San Pablo, que asume en su vida. Pues experimenta que “me amó y se entregó por mí”.

  1. La respuesta de Pedro es totalmente distinta: “Eso no puede pasarte, Señor”. En los planes de Pedro no estaba la cruz, sólo estaba el triunfo y el poder. Por eso, le responde Cristo: “Quítate de mi vista, Satanás, tú piensas como los hombres, no como Dios”. ¿Nos puede decir esto Jesús a nosotros?

  2. Las palabras de Isaías del cántico del Siervo de Dios van en la dirección de Cristo: “Despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores, acostumbrado a sufrimientos… fue menospreciado, herido de Dios y humillado. Cargó con nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores… herido de Dios por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados… no tenía apariencia humana…”

  • Porque Jesús había aceptado el plan del Padre, hace siempre su voluntad.

  • Jesús dejó abierto el camino que debían seguir sus seguidores, no desde la gloria del mundo, sino desde un amor servicial y dispuesto a dar la vida por la causa de Dios a favor de los hombres.

  • No busquemos otro camino sino el auténtico en la cruz del amor, pues hemos de ser seguidores de Cristo.

  • Quizás esta palabra se convierta para nosotros en oprobio y burla, como a Jeremías. Pero hemos de vivir de ella, pues es fuego quema dentro, hemos sido seducidos por Cristo para cargar con nuestra cruz y seguir al Maestro.

  1. Así nuestra vida se convierte en sacrificio espiritual, ofreciéndonos en sacrificio, uniéndolo al sacrificio de Cristo en la cruz, que renovamos en la Eucaristía: “Déjalo todo y lo hallarás todo” (Kempis).



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