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FIESTA Y TRIDUO AL CRISTO DE LA SALUD 2017

FIESTA DEL CRISTO DE LA SALUD


  1. Celebramos la fiesta del amigo íntimo de Jesús, junto a Juan y Pedro. Jesús quería a todos, pero los momentos más personales se los reservó a ellos tres. En esa amistad se acrisoló la experiencia de Santiago:

  • Llamada, lo que provocó un revulsivo en su vida.

  • Seguimiento del Maestro, hecho con luces y sombras.

  • Contagiar la experiencia a otros discípulos, sobre todo en España.

  • Martirio por amor a Cristo en Jerusalén.

  1. Nosotros también somos amigos íntimos de Jesús, o aspiramos a serlo:

  • Debemos valorar las llamadas continuas de Jesús, como un gesto de predilección y una oportunidad de salvación.

  • El seguimiento de Jesús lo habremos de hacer con más radicalidad, procurando personalizar y asumir el evangelio de Cristo en nuestra persona, a lo que contribuirá mucho el encuentro personal con Jesús.

  • Contagiando la experiencia cristiana con humildad, huyendo de protagonismos y sin vernos los mejores:

  • No ser los primeros… sino los últimos, los servidores: el poder y el mando es veneno que se puede inocular en nuestra vida.

  • Con cuidado, pues podemos ver equivocadamente el mando de los demás, pero sin ver nuestros protagonismos, en el que somos capaces de mentir y falsear la realidad con tal de conseguir nuestros fines egoístas.

  1. En este empeño debemos acrisolar nuestra vida, uniéndola a la pasión y muerte de Cristo crucificado.

  • Es fácil decir Viva el Cristo de la Salud, pero otra cosa es vivir su entrega y servicio.

  • Es fácil pasarlo bien en estas fiestas, pero otra cosa es abrazar a Cristo crucificado, viviendo en estado pascual y destacando en morir por los demás.

  • Es fácil vivir para uno mismo y desde uno mismo, cultivando el “yo”, pero otra cosa es vivir para Cristo crucificado, dando vida a los demás, donde los otros son lo más importante de mi vida por Cristo.

  1. Ánimo, va con nosotros el Santísimo Cristo de la Salud. Que él nos proteja e interceda por nosotros. Amén.



DÍA PRIMERO DEL TRIDUO: SANTÍSIMO


  1. Estamos de gozo, pues Dios sueña con el Reino, que tenemos plantado como una semilla en el corazón, para que dé fruto.

  • Quizás nosotros vivimos en otro mundo, no nos importa lo que Dios sueñe o quiera de nosotros.

  • Nos faltan valores e inquietudes para animarnos a luchar.

  • El consumo, el dinero, el vivir hacia fuera ahogan nuestros sueños.

  • El sueño de Dios puede realizarse en nosotros por la fuerza interior de la Palabra: acogida (abrir el corazón) y responsabilidad (no romper la confianza del Señor en nosotros).

  1. Jesús es el Santo de Dios:

  • La santidad de Jesús sale a la luz en el Nuevo Testamento sobre todo en su aspecto negativo de ausencia de todo pecado, por su muerte y resurrección.

  • Es una santidad real, vivida en cada momento y en las situaciones más concretas de la vida:

  • El amor era en Él una obra continua.

  • Es la constante y absoluta adhesión a la voluntad del Padre.

  • En Jesús hubo una perfecta coincidencia entre ser, deber ser y poder ser. En efecto, Él no hizo en su vida, sólo lo que debía, sino también todo lo que podía que, en su caso, es infinitamente más.

  • Jesús no es sólo la culminación del orden de la santidad, sino también su fuente, porque de Él deriva toda la santidad de los santos y de la Iglesia.

  • Por tanto, nosotros estamos llamados a la santidad, que nos regala desde la cruz de Cristo. ¿Cómo acogemos esta realidad?



DÍA SEGUNDO DEL TRIDUO: CRISTO ó SEÑOR


  1. En los vivas que dirigimos a nuestro patrón, nos dirigimos al Cristo, o al Señor de la Salud. Merece la pena que reflexionemos sobre el nombre de nuestro patrón.

  2. Es Cristo:

  • Cristo viene de la traducción griega del término hebreo “Mesías” que quiere decir “ungido” por el Espíritu Santo como sacerdote, profeta y rey, que ha sido enviado para instaurar el Reino de Dios.

  • Su realeza mesiánica le revela como el Hijo del Hombre “que ha bajado del cielo” como Siervo sufriente: el verdadero sentido de su realeza no se ha manifestado más que desde lo alto de la Cruz.

  • Nos preguntamos: ¿De qué manera yo busco y ansío a Jesús, él es el amor de mi alma? ¿Lo reconozco como rey mío en la cruz? ¿Busco el camino de la humildad y la sencillez para encontrarme con él?

  1. También es el Señor:

  • Señor es el nombre más habitual para designar la divinidad misma del Dios de Israel. El Nuevo Testamento utiliza el título “Señor” para el Padre, pero lo emplea también para Jesús, reconociéndolo como Dios.

  • A lo largo de toda su vida pública sus actos de dominio sobre la naturaleza, sobre las enfermedades, sobre los demonios, sobre la muerte y el pecado, demostraban su soberanía divina.

  • En el encuentro con Jesús resucitado, se convierte en adoración: “Señor mío y Dios mío” (Jn 20,28). Entonces toma una connotación de amor y de afecto que quedará como propio de la tradición cristiana: “¡Es el Señor!” (Jn 21,7).

  • Atribuyendo a Jesús el título divino de Señor, las primeras confesiones de fe de la Iglesia afirman desde el principio que el poder, el honor y la gloria debidos a Dios Padre convienen también a Jesús porque Él es de condición divina (Flp 2,6) y porque el Padre manifestó esta soberanía de Jesús resucitándolo de entre los muertos y exaltándolo a su gloria.

  • Desde el comienzo de la historia cristiana, la afirmación del señorío de Jesús sobre el mundo y sobre la historia significa también reconocer que el hombre no debe someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal sino sólo a Dios Padre y al Señor Jesucristo.

  • Nos preguntamos: ¿De qué manera reconozco yo en Jesús al único Dios de mi vida, o tengo otros dioses a los que sirvo? ¿Adoro a Cristo crucificado, o me adoro sólo a mí mismo? ¿Manifiesto amor y afecto a Cristo? ¿Someto mi libertad personal de modo absoluto sólo a Cristo?

  1. Nosotros, con nuestras solas fuerzas, no podemos comprender y vivir el misterio de Dios. Necesitamos la revelación de Dios y la fe como aceptación de lo que Dios me enseña. Debemos salir de nosotros mismos, levantarnos por encima de nosotros mismos, para superarnos y alcanzar a Dios.


DÍA TERCERO DEL TRIDUO: SALUD


  1. Es verdad que cuando nos acercamos al Cristo de la Salud lo primero que pedimos es la salud del cuerpo, así como la solución a todos nuestros problemas.

  2. Sin embargo, la salud del alma es más importante, y apenas la pedimos.

  • Porque estamos atados a nuestros pecados, somos esclavos de nuestras tendencias pecaminosas, nuestro mundo interior nos aleja de Dios.

  • Por eso, Cristo es nuestra Salud, nuestro Redentor, sólo en él hay salvación.

  • El voluntariamente se entregó a la muerte por amor a nosotros pecadores, para cargar con nuestro pecado. El tomó sobre si todos nuestros pecados y al morir en la cruz murió con nuestro pecado. De esta manera nuestro pecado quedó para siempre muerto en la cruz de Cristo.

  • Por el sacrificio de Cristo, la relación del hombre con Dios posibilita la anulación de la separación permanente de Dios. Todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación.

  • Nadie puede alcanzar salvación por sí mismo; todos los hombres son pecadores y no pueden prescindir del obrar salvífico de Dios. A través de Jesucristo, la salvación se hizo accesible a todos los hombres.

  • Jesús no solo vino a quitar o perdonar el pecado, sino a liberarnos del pecado, es decir nos capacita para no pecar. Desde entonces el pecado ya no señorea sobre nosotros, ya no tenemos por qué obedecerle y hacer lo que nos manda. El pecado ya no tiene ningún poder sobre nosotros ni estamos a su servicio, sino que por amor servimos a Jesús.

  • En Cristo Jesús fuimos hechos nuevas criaturas. Todo lo viejo pasó, el hombre viejo murió y ahora somos completamente nuevos. Para ser libres nos libertó Cristo. Contamos ahora con la fuerza de Dios para vencer el pecado y éste ya perdió todo su poder de influencia sobre nosotros.

  1. Ahora bien, esa salvación la hemos de acoger y trabajar, como una buena semilla:

  • Si tenemos un corazón endurecido, la semilla de la salvación desaparece.

  • Si tenemos un corazón indeciso, la salvación se seca.

  • Si tenemos un corazón terrenal, la salvación se ahoga.

  • Si tenemos un buen corazón, la salvación da mucho fruto.

  1. Se lo pedimos al Señor de la Salud en esta Eucaristía.











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