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HOMILÍA DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR (28 mayo 2017)


  1. Tenemos nosotros la misma tentación de los apóstoles: estar plantados mirando el cielo, buscando las seguridades y la permanencia, justificando nuestra comodidad y encerramiento, frente a la invitación al riesgo y a la plenitud que nos ha sido prometida, pues hemos sido bendecidos y enviados, enraizados en la fuerza y la vida del Espíritu.

  2. La comunidad cristiana, tocada de resurrección y de vida plena con el resucitado que ha ascendido a los cielos, ha sido llevada al riesgo y el compromiso, a la MISIÓN. Es el tiempo de preparar la cosecha del Reino de Dios:

  • Desde la alegría que genera en nosotros el encuentro con el resucitado.

  • Como Iglesia en salida.

  • Puesto que todos tienen el derecho de recibir el Evangelio, nosotros hemos de hacer discípulos, por la atracción del testimonio, no por proselitismo.

  • Hasta los confines de la tierra:

  • La marginación y la inhumanidad de los emigrantes, disidentes, obreros, mujeres, enfermos, jóvenes y ancianos.

  • La increencia, dominada por el ateísmo, la indiferencia y la expulsión de lo religioso.

  1. La Eucaristía es prenda de la donación del Cuerpo y la Sangre de Cristo para adentrarnos en el corazón del mundo. Vamos, pues, sin miedo, con la fuerza del Espíritu.


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