HOMILÍA DEL DOMINGO 3º DE CUARESMA (19 marzo 2017)
La sed es una experiencia normal de todo ser humano, símbolo del deseo de infinito.
¿Dónde saciamos nuestra sed? ¿En aguas putrefactas que dan más sed que sacian?
Sólo el Señor es esa fuente de agua viva que sacia para la vida eterna, a través de la oración y la Eucaristía.
Dios también tiene sed de nosotros y nuestra salvación. ¿De qué manera huimos o nos acercamos a Dios?
Nos preguntamos:
¿Cómo “alimentas” la opción o el proyecto de vida que has hecho?
¿Dónde te apoyas, qué ayuda buscas, a qué o a quién acudes, con quien cuentas?
¿Qué “alimentos” estás echando en falta?
¿En qué sentido es Jesús, para ti, el “agua viva” que sacia tu sed?
Día del Seminario:
Los sacerdotes escuchan la sed de los hermanos, sus quejas y gritos, ansiando a Dios.
Son personas-cántaros para dar de beber a los demás e indicar el camino hacia la tierra prometida.
Son las manos y los pies del Señor, para curar y acompañar a tantos heridos.
Sirven al Señor cumpliendo su voluntad y estando cerca de sus hermanos.